Quizá no tengamos el concepto de que la fe sea una guía o una forma para encontrar dirección para el futuro, pero lo es. Al ejercer nuestra fe logramos tener una sensación increíble de paz, sabiendo que todo lo que hacemos es conforme al plan de Dios. (Génesis 12).
Fue plan de Dios que Abraham saliera de su hogar y fuera a un lugar que solo el Señor podría revelarle que sería de promesa y bendición. Abraham no tenía nada tangible para verificar lo que la fe le demandaba hacer. No obstante, se atrevió a confiar en Dios.
La fe es creer en algo superior a nosotros. Es confiar en que Dios hará lo que nosotros no podemos hacer, sin expectativas de cómo ni cuándo ocurrirá.
El mismo David aprendió que si tomaba tiempo para apoyarse en la presencia de Dios, su fe era fortalecida y sus oraciones contestadas. La fe de David fue galardonada cada ocasión que oró porque entendía que Dios oía sus oraciones y que el Señor es “galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).
Lo mismo sucedió con Abraham. Él confió en Dios porque creyó que el señor cumpliría cada promesa. Por consiguiente, Abraham reunió lo que tenía y abandono sus comodidades y lo que era familiar a fin de recibir la bendición eterna. “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir…. Porque esperaba la ciudad que tenía fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:8,10).
Quizá Dios no nos demande dejar nuestros familiares ni ir a un lugar distante. No obstante, si nos demanda que confiemos en Él con todo nuestro ser. Esto quiere decir que cuando la vida marcha bien entendamos que Él es quien controla nuestras circunstancias y confiemos en Él. Si súbitamente la vida se pone difícil sucede lo mismo. Por fe sabemos que Dios es fiel. Él no duerme ni descansa (salmo 121:3).
La fe se reduce a dos preguntas: ¿en verdad cree usted que Dios es lo que dice ser y que hará lo que ha prometido? Nuestra contestación a estas preguntas determinara el nivel de nuestra fe.
Dios nos ha dado la grandísima oportunidad de conocerlo a la perfección. Si hacemos a un lado el paso acelerado de este mundo y oramos y lo buscamos por medio del estudio de su Palabra, Él viene a nosotros. A la vez, descubrimos que la fe en Él se habrá convertido en una brújula para nuestras vidas. En su presencia recibimos sabiduría: suficiente para dirigirnos victoriosamente frente a cualquier reto y hacia el lugar de bendición asombrosa.
Primero lo primero. Primero Dios.